Otro de los clásicos inventados casi por casualidad son las bolsitas de té.
En el 1904, en la ciudad de New York el comerciante Thomas Sullivan vendía tés y otras infusiones en su local. Decidió dar pequeñas dosis a sus clientes para que probaran las nuevas variedades de tés. Para evitar tener que preparar costosas latas que después se tirarían, pensó en poner estas pequeñas monodosis en bolsitas de papel o de tela.
El negocio prosperó y poco a poco los clientes le pedían que, por favor, les preparara su té en bolsitas, igual que hacía con las muestras. Algunos había probado a poner directamente las bolsitas en agua en vez de abrirlas, poner el té en el infusor, y de ahí al agua.
Esta forma de preparar el té era rápida y sencilla, ya que no había que usar un infusor y limpiarlo después de cada uso. Además, años más tarde, cada bolsita tenía un hilo con un papel que identificaba la variedad de infusión de forma simple.
A su vez los materiales fueron variando, desde tela, seda o fibra de papel como los actuales. La bolsita de té que conocemos hoy en día, con su forma rectangular, no fue inventada hasta el 1944. Hoy en día las podemos encontrar piramidales, en forma de esfera, flor...
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