Todos hemos aprendido a montar en bici gracias a los ruedines: esas pequeñas ruedecitas que se ponían en la rueda trasera de nuestra bici para evitar que volcásemos (tan fácilmente). Sin embargo, en el año 2005 Matt Grossman (profesor de Diseño) y dos de sus alumnos propusieron un nuevo modelo de bici infantil para el concurso International Bycicle Design.
Su proyecto se trata de una bicicleta con dos ruedas traseras (en cierta medida dejar de ser una bicicleta pero se la admitió en concurso). Los autores buscaban algo más que lo que hacen los ruedines que simplemente nos aseguran que no volcaremos. Lo que buscaban era que el niño poco a poco fuera encontrando su propio equilibrio de una forma más natural.
¿Cómo se logra todo esto? Todo se basa en un estudio del comportamiento de las ruedas traseras con la velocidad. Cuando el niño empieza a moverse las ruedas tienen hacia abajo el mayor ángulo posible, es decir, las ruedas están separadas al máximo. Sin embargo conforme se gana velocidad ambas ruedas se ponen en paralelo y, finalmente, se invierte el ángulo, quedando apoyadas en una pequeña fración de la rueda. Así pues a baja velocidad resulta un triciclo prácticamente pero conforme se gana velocidad se transforma en una bicicleta.
Con esto, el niño puede ir cogiendo confianza y equilibrio y conforme lo haga puede ir aumentando la velocidad. Al mismo tiempo que acelera tendrá que ir controlando su equilibrio. Sin nota que se desequilibra solo habrá de frenar para que la bicicleta vuelva a ser un seguro triciclo.
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